En esta colección, la tierra es el elemento protagonista. Gaia o Madre Tierra era la gran diosa de los antiguos griegos; para ellos representaba la tierra y era adorada como la madre universal. Esta colección recrea esta fuerza femenina, salvaje, intuitiva e irreprimible que tan bien escenifican los volcanes. Estallan haciendo sinergia la tierra, el agua que fluye y el fuego que arde, generando movimiento y energía, la esencia de la vida. La gran madre nos recibe, nos acoge, nos protege y nos abraza amorosamente. Si la escuchamos y sentimos, podemos ir estableciendo una relación más plena y fluida con nosotros mismos, con nuestra naturaleza más esencial.

Los animales y los vegetales crecen y se desarrollan a partir de una serie de patrones que están directamente relacionados con la espiral. Las hojas de los árboles y las ramas no crecen al azar; lo hacen siguiendo un patrón que tiene forma de espiral. La espiral es un motivo muy sencillo: se trata de una línea que se enrolla sobre sí misma de manera abierta y, a medida que avanza, va ganando volumen y espacio, es decir, crece. Es un movimiento circular que sale de un punto central y se prolonga de manera indefinida hacia el infinito.

La espiral nos muestra el carácter cíclico de la evolución, donde los ritmos se van repitiendo. Es símbolo de desarrollo, progreso, crecimiento, del movimiento permanente de la vida y de las cosas, de la vida eterna o de la realización de uno mismo. Nos evoca un camino arquetípico de crecimiento y transformación, tanto en el orden físico como espiritual.